viernes, 10 de octubre de 2014

Libro; Alimentos bajo sospechas

Esta semana os quiero hablar de un libro que me ha gustado bastante, Alimentos Bajo Sospecha de Gustavo Duch, autor también de “Lo que hay que tragar” (libro que tengo que leer) y coordinador de la revista Soberanía Alimentaría, Biodiversidad y Culturas.



Debo de deciros que el libro lo compré con intención de leérmelo con más tiempo, pero viendo que tiene 87 páginas y al leerme la primera, por curiosidad,para saber cómo empezada, me enganchó completamente y acabé por leerlo del tirón.



Con permiso del autor, os voy a redactar solo la primera página para que sepáis de qué hablo.

Alimentos Bajo Sospechas empieza así:

“La perca del Nilo, a veces vendida como mero, llega a Europa desde el lago Victoria, en el centro de África. Brasil ya es el máximo exportador mundial de pollos; al igual que Chile lo es en el negocio de criar, engordar y repartir salmones por el mundo entero. Los pepinos de España viajan a Holanda en invierno; en verano hacen la ruta en sentido contrario. Los espárragos de Navarra solo se envasan en Navarra una vez llegan allí procedentes de Perú o China. El filete de panga que sirven a la hora de la comida en las escuelas españolas viajó desde Vietnam, y el atún enlatado con marcas hispanas proviene de El Salvador o de los mares de Somalia, donde se pesca sin pedirle permiso a nadie.

Los pollos, para que engorden deprisa, no pueden ver el sol, no salen de sus granjas, donde malviven más amontonados que anchoas en lata, para que no hagan más que comer y aumentar de peso. Las gallinas ponedoras padecen de exceso lumínico para que pongan más huevos, y apenas puedan dormir. Los cerdos crecen tan apretujados que cuando uno de ellos estornuda, todos los demás se contagian de gripe. A las vacas, que con vegetarianas, durante una temporada loca se las alimentó con restos de vaca. Ahora se investiga cómo engordar peces carnívoros con una dieta rica en soja.  La soja también alimenta a los coches (agrocombustibles), y con sus desperdicios aun se consiguen raciones de pienso para los cerdos.

Puede parecer mentira, pero es verdad. Puede parecer exagerado, pero es literal. Así es la alimentación del siglo XXI. Un rarísimo sistema contranatura que está en manos de muy pocas multinacionales, que ganan dinero a base de arruinar la pequeña agricultura tradicional, de ensuciar  y contaminar el planeta, y, como vemos a menudo, susto tras susto, de pone en jaque la salud de la población consumidora. Vacas locas, dioxinas, gripes, E.Coli… Todas estas enfermedades siguen el mismo patrón; patologías graves cuyo origen es bien conocido: la codicia.

Pero hay una alternativa por descubrir, otra forma de crear alimentos que debemos exigir: una agricultura que garantiza la salud para la población consumidora, una economía que sabe evitar el hambre del Sur y la obesidad del Norte, una tecnología sujeta voluntariamente a las leyes del medioambiente, y, además, un menú en nuestras mesas que sería la señal de que hemos recobrado la seguridad y el sabor de nuestros alimentos, y que devolvería la vida al medio rural. Es la soberanía alimentaria.”

Esta solo es la primera pagina de 86 restantes, llenas de verdades como puños, cosas curiosas que no sabías sobre la alimentación o el origen de lo que comes, ejemplos, tóxicos que se encuentran en la comida (si no los comes tu, los cerdos que si te vas a comer sí que se lo comen en un “rico” pienso), lo que paso con los pepinos andaluces, unas pequeñas historias sobre la química alimentaria, un buen caso de si realmente sería rentable ser agricultor teniendo las multinacionales como competencia, datos contrastados y pequeños hincapiés en documentales.

Todo lo que comemos o usamos para alimentarnos esta intoxicado, además de que solo la mitad de la población es la que consigue poder llevarse algo a la boca, gracias a “personas” si es que se pueden llamar así, que solo piensan en el color verde de la pasta en sus bolsillos o maletines forrados con terciopelo.

Gustavo Duch explica en este libro de esa forma tan “atrapante” como se podría solucionar esto con una agricultura ecológica que pueda abastecer al mundo.

Como dice en su libro, de un proverbio africano: mucha gente pequeña, en muchos lugares pequeños, cultivaran pequeños huertos… que alimentaran al mundo entero.

Os puedo garantizar que el libro engancha, se aprende mucho, te da muchísimo que pensar y sobre todo en cada párrafo (o 2) se puede abrir un debate muy interesante.

Lo recomiendo  bastante, especialmente a gente con mente inquieta como yo.





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